Molly, la burrita rescatada
Molly estaba solita en un bancál durante varios años. Al principio siempre atada el lado del río, en el sol, en el frió, en la lluvia. Tras varias conversaciones con su propietario, le cambió de sitio, pero aun estaba sola y le dieron de comer pan. Burros tienen que vivir acompañados de otro burros para ser feliz. Pan no es alimentación adecuada para los burros. Además estaba llena de heridas por las moscas que comían las patas.
Nosotras la conocimos durante los paseos con nuestros perros. Siempre nos acercabamos a ella para acariciarla. Tras varios día Molly nos reconocía y ya empezaba a rebuznar nada más ver el coche al otro lado del río!
Teníamos que hacer algo para ayudarla.
Varias semanas después de conocerla, pudimos hablar con el propietarios y afortunadamente nos la cedió.
Una amiga nuestra estaba dispuesta a acogerla mientras le buscabamos una nueva familia.
Sin embargo, fallaron los intentos de ubicarla en una familia, lo cual le estresó mucho y la vimos tan feliz con nosotras, que decidimos no darle en adopción. Molly necesitaba tranquilidad en su vida.
Estaba muy gorda, así que el veterinario le hizo una ecografiá, pero no estaba embarazada.
De hecho, sigue gorda. Hace ejercicio, recibe alimentación sana y en casa no tiene “verde” para comer.
Molly era feliz, pero se notaba que ella, como todos los burros, necesitaba la compañía de otro burro.
Buscamos un burro en adopción. Aun no teníamos experiencia con burros, ni con la mala situación en la cual muchos burros se encuentran en el campo de nuestro entorno, por lo que buscamos en refugios.
Así encontramos a Donk.
Donk vivía en un refugio de caballos, pero no dejaba de escaparse en búsqueda de los burros que vivían en el pueblo de al lado.
Ha sido amor a primera vista y Donk no se separa de Molly. Jamás ha intentado escaparse.